El día 11 de mayo tuvimos una interesante y llamativa intervención a cargo de la artista inglesa Zoe Payne. El título era "Time has been an archeologist" ("El tiempo ha sido un arqueólogo"), y allá que se plantó Zoe con su casco reglamentario y sus guantes dispuesta a desenterrar de las profundidades del contenedor todo aquello que tuviese indicios de haber sido vivido. Porque el contenedor, al fin y al cabo, es un registro de vida. De qué hacemos, qué vestimos, qué comemos, etc. Se pueden saber tantas cosas de la gente rebuscando en su basura...
Todo esto tiene algo de voyeurismo, visto así, fetichismo, tal vez, o quizá sea un incipiente síndrome de Diógenes, lo que nos lleva a acercarnos a la basura a través del arte, o al arte a través de la basura.
¿Y si no es más que el hecho de querer encontrar la belleza en lo feo? ¿Y si no es más que una nueva forma de mirar? De mirar la ciudad, de mirar los deshechos, de mirar las cosas insignificantes y darles valor, darles otra oportunidad de ser miradas de una manera diferente.
Al situarnos en un contenedor buscamos mirar la ciudad desde una nueva
perspectiva, pero Zoe dió un paso más, y decidió no mirar hacia la
ciudad, sino hacia sus entrañas.
Divertida, Zoe trazó un perímetro de seguridad, como en la escena de un crimen, para rebuscar y exponer en el suelo, a la vista de todos, como en un escaparate, los deshechos de nuestro día a día, aquellos objetos que habían sido vividos, y después deshechados, gastados. Un melón, una silla rota, una soga gastada, restos de la poda de un jardín, ...
Como una arqueóloga, fue excavando en las capas sedimentadas de basura y trazando un recorrido vital con los objetos encontrados. El resultado fue una serie de dibujos con objetos, dibujos con sedimentos, dibujos con tiempo.
La labor minuciosa de Zoe en El Contenedor fue la labor minuciosa del arqueólogo; la labor minuciosa del voyeur; la labor minuciosa del criminólogo; la labor minuciosa del artista.
El arqueólogo, el voyeur, el criminólogo o el artista bucean en el tiempo y en los recuerdos, en las imágenes y en los objetos. No a través de los siglos, sino a través de cada minuto, o a través de los deshechos de la noche anterior. Todo son pistas, y todos vamos dejando un rastro muy fácil de seguir. Al fin y al cabo, el tiempo hace que nuestra vida vaya siendo un trabajo de arqueología forense.
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